Una distopía, llamada también antiutopía, es una utopía
perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una
sociedad ideal. El término fue acuñado como antónimo de «utopía» y se usa
principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia, frecuentemente
emplazada en el futuro cercano, donde las consecuencias de la manipulación y el
adoctrinamiento masivo —generalmente a cargo de un Estado autoritario o
totalitario— llevan al control absoluto; al condicionamiento o, incluso, al
exterminio de sus miembros, bajo una fachada de benevolencia. A continuación
realizaremos una breve historia de los orígenes y de las causas del surgimiento
de las distopías; además informaremos sobre
las principales características de las obras distópicas; para luego
finalizar, con ejemplos de sus manifestaciones literarias y cinematográficas.
En primer lugar, en el siglo XX surge una
crítica con respecto a las utopías políticas (cristianismos, comunismo,
nacional-socialismo,etc.), esta señala que la felicidad y la virtud que se
pretende alcanzar solo puede ser aseguradas por un control permanente de los
ciudadanos en todos los aspectos de su vida, tanto pública como privada: si los
hombres desean construir una sociedad justa e igualitaria, esa justicia e
igualdad tienen que ser contraladas, es decir, los hombres tienen que ser
obligados a ser justos e iguales. En este sentido, las utopías podrían
conducirnos a un estado totalitarista de carácter real o potencial. Este
temor que genera una sociedad totalitarista y controladora da origen a las
llamadas antiutopías o distopías cuyo planteamiento reside en que el deseo de
instaurar la perfección puede llevarnos finalmente a su contrario.
En segundo lugar, como lo hemos podido apreciar, las distopías muestran sociedades totalitarias, represivas, deshumanizadas, afectadas por grandes sistemas tecnológicos y mecanismos de control, donde las libertades son encarceladas y anuladas, donde los sujetos son manejados y obligados a formar parte de un engranaje, omnipresente y cruel. En este sentido, las distopías sirven como críticas sociales en la medida en que reflejan como grandes espejos los sitios más oscuros e indeseables del desarrollo de la humanidad. Son sátiras que con sus imágenes advierten sobre los peligros a los que conducen los extremos y que están ahí para alentar a los sujetos como portadores del cambio que es necesario emprender para torcer el rumbo de sus destinos.
En tercer lugar,
la construcción de sociedades distópicas se han manifiesta en la literatura y
en el cine. Por una parte, en la literatura, son claros ejemplos "1984"
y “Rebelión en la Granja” de George Orwell, "Un mundo feliz" de
Aldous Huxley, o "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury, por nombrar sólo
algunas de una lista que es muy larga. Género que si bien es inaugurado
por Zamiátin ya había sido apuntado por autores como H.G. Wells, con novelas
como "La máquina del tiempo" escrita en 1895. Por otra parte,
estas historias, en su mayoría, han sido adaptadas al cine por grandes
directores, junto a míticas películas del género, tales como
"Metrópolis" del director Fritz Lang, "Alphaville" de Jeanc
Luc Godard, “Fahrenheit 451” de François Truffaut, "THX 1138" de
George Lucas y "Brazil" de Terry Gilliam .
En conclusión,
las distopía son literatura política, son crítica social, son un arma cargada
de futuro. Exceptuando su carácter ficcional, comparten con la historia el
intento de redimir el tiempo por venir. Pero su naturaleza ficcional es sólo
una licencia poética para lograr un mayor efecto. Mostrándonos lo que podría
llegar a suceder, nos impele a arrancar de raíz los elementos autoritarios y
totalizadores que, bajo la apariencia de una maleza inofensiva, crecen y se
propagan en la actualidad. La distopía nos da a probar el fruto amargo de una semilla
que ya ha sido plantada.